jueves, 26 de enero de 2012

La Quinta Dimensión. Sin Queso.

Me gustan las hamburguesas, sobre todo cuando estoy muy low: me gusta comerlas en casa, viendo alguna película que haya visto ya como unas cien mil veces y que adore, como por ejemplo, Los Goonies.




A mi estómago le gusta, mi mente baja de frecuencia, relax. Me imagino a mi cerebro de reptil recibiendo la señal básica, poniéndose tan contento y premiándome por ello: “Bien!, calorías, calorías, qué éxito acabas de tener, qué buen montón de calorías hemos logrado, bravo, bravo. Ten unas pocas de endorfinas para demostrar lo contentos que estamos”. (Inquietante pero fantástico, no? Un cerebro imaginándose a sí mismo, sobre todo porque desde esta parte -la que está escribiendo en un procesador de texto-, no se tiene acceso por completo al resto.)

Divago, ejem.  No me preocupa el colesterol, no me preocupan las calorías, me preocupa la efigie de ese payaso llamado Ronald. Su pavorosa imagen a tamaño natural saludándote cerca de las cajas, le miras y lo sabes, sabes que nunca te va a contar dónde está ese sótano y cuántas veces ha cavado en él mientras lo rodaba todo con una handycam.

Y me preocupa la cara de cansancio extremo de los trabajadores del establecimiento, que aunque tuviesen ganas de poner cucarachas, como contaban las leyendas urbanas, o de añadir un esputo, me temo que no contarían con la suficiente energía para ello.  Ni para un simple gargajo. Es la nefasta influencia de Ronnie, Sres. y Sras.



Entonces, lo que me cuesta horrores es coger el coche, aparcar y esperar y esperar y hacer cola mientras Ronnie mira y tratar de comunicarme con un mínimo de eficiencia con el ser que está detrás de la caja.

Comenzamos:

“ Bla-bla-bla. Sin queso, por favor.”

Llegan los paquetitos, con rutinaria desidia los chequeo. Queso.

“Perdone, dije sin queso, por favor.”

“Sin queso?“

“Lleva queso, dije sin queso.”

“Sin queso?”

Ahora mira la pantalla de pedidos, trata de anular la línea y pregunta:

“Era sin queso?”

“Eso es. Sin queso, por favor.”

Y murmura para sí….”sin queso” Y vuelve a tocar la pantalla. Con poca convicción.

Y ya solo queda rezar para que venga sin queso, por que es altamente probable que en la siguiente hamburguesa  también aparezca. De veinte minutos a media hora larga perdida en la espiral de un dialogo interminable que se compone de las complejas frases “Dije sin queso” y “Dijo sin queso?”

Y Ronnie sonriente, sonriente. El cabroncete.

Existe un surrealista abismo de tiempo entre que yo quiera darme el gusto de zamparme una hamburguesa mirando los Goonies y lo logre. El Abismo Sin queso.

El queso me da alergia. Punto.

Pero ahí no acaba todo. Me temo que Ronnie ha añadido un nuevo detalle a sus establecimientos donde quizás nada sea lo que parece. La dimensión desconocida: la quinta dimensión.

Mientras espero mi pedido, desesperada, el Howard Hughes que hay en mí me impele a ir al baño y lavarme las manos. Soy de ese tipo que abren los picaportes de los baños públicos con los codos. Y muchos más trucos que no pienso desvelar.

Entro en el pasillo interior que comunica con ambos departamentos y encuentro a varias personas -de ambos sexos- en actitud meditativa y errabunda.  No es que haya cola. Es que no saben por qué puerta entrar.

Ronnie ha hecho de las suyas.


Después de descartar la idea de que es la obra de un crío con un Edding, he aquí la duda existencial de todos los presentes:

A)    Opción hembra?, varón?, Alien asexuado? Ameba con falda tradicional?


















B) Opción varón asexuado?, hembra Alien?, varón cubista?



















Qué fácil hubiese sido para él, para Ronnie, cambiar los tradicionales:



Por estos otros, más acorde con su inquietante estilismo:


WC para él.


WC para ella.


Pero no, ha rizado el rizo.
Ale, a pensar.



lunes, 23 de enero de 2012

Black Dog


















Terrible! Lleva muñequeras!



Al parecer, existe una idea general de que los perros negros son “Universalmente malévolos” y están “asociados con el diablo”.

Es mucho más difícil que los perros de color negro sean adoptados.  De verdad, estadísticas en la mano.  Hasta un acto tan noble se ve empañado por tamaña superstición.

Se evita criar perros lazarillos de dicho color.  Tienen comprobado que generan desconfianza en los videntes, lo que es un handicap añadido para el usuario.

En el mundo árabe también existe la creencia de que son impuros debido a alguna memez chunga, memez seguramente generada por el mismo pozo (ahrgh! negro!) que aquella censura de un video de Depeche Mode porque se mostraba el culo de una burra. (Desde aquí saludo a todos los varones que al ver el culo de una burra se sientan sexualmente excitados y les conmino a conseguir ayuda especializada. Pronto. ASAP.) 

En el fondo, me chifla ese concepto de “universalmente malévolo”. Es tan vergonzosamente humano, es tan sencillo proyectar sobre una criatura ajena todos esos follones sobre el diablo, las impurezas morales y demás perversiones… y después hacerla objetivo de desdichas, de maldades, de desgracias sin cuento.  Facilongo, eh?  Desde luego, más sencillo y ramplón y cobarde que preocuparse por esta otra cosa, bajo mi punto de vista, un Obvio Augurio de Muerte.


Un Augurio.


Dos Augurios.




Un montón de Augurios! Yupi!
Todos negros con un toque chocolate!!!!
( Serán mestizos? Que porquería!)



Esto también es negro, es súper-mega-universal y augura nada bueno, pero nadie los deja de crear, y hay mucha- mucha gente que quiere o desearía adoptar uno. Incluso para sus hijos:


Aquí, perfecto ejemplo, de algo que es negro y no es malo (el niño, matizo, ya que estamos tradando obviedades) y algo que es negro y simboliza el terror. Y más aún si va junto.


Lo único que hay universalmente malévolo en la faz de este planeta es el ser humano y sus rebuscadas ideas sobre lo que es malévolo o no.
Creo haber leído por ahí que Winston Churchill describió su depresión como “ un perro negro que le seguía a todas partes”.
A mí me daría más miedo que me siguiera a todas partes este otro ser:




Y muchos otros más que me dan asquito y que por eso prefiero no representar. YÚYÚ! De todas maneras, yo podría identificar mi depresión como una zambomba que me persigue y que no deja de sonar.  Menos literario, pero asimismo muy elocuente, no?
Ahora, un alivio después de lo anteriormente mostrado.
Una belleza:



Y otra:




Y mi belleza casera:




Y aquí, yo, aplastada y feliz por mi Augurio Cariñoso y Pegajoso.




Oh!  Un perro sociable y feliz de excursión por la montaña, qué mal rollo!






Y a ver si ciertos seres humanos, aprenden a distinguir el culo de las témporas.
Y luego ya la paz en el mundo y la concordia universal y el fin de las guerras y dos y dos son seis (estaré postulando para Miss? Ouch!)



Hurra!!!! Y que Vivan los Perros Negros!!!!!!!

Y esta entrada se la dedico a dos perros negros abandonados que vi una noche de helada, tratando de dormir sobre un colchón sucio, detrás de unos contenedores de basura. Uno era viejito y tuerto y el otro parecía algo más joven. Pero los dos estaban aterrorizados del ser humano. Les bajé pienso dos días, al tercero no les hallé. Y no les volví a ver. No les olvido.